sábado, 28 de mayo de 2011

EL DESOBEDECEDOR

Hace 3 años empezamos a representar "LA PARTE DEL SOL". Me siento muy orgulloso de aquel texto que escribí y del grupo humano que formamos para sacar la obra adelante. Tras representarla en diferentes salas y cuidándola mucho para que siguiera creciendo logramos lo que la obra se proponía: ver la luz, ver el sol. Que los personajes tuvieran la suficiente fuerza como para pasar de sus oscuridades y lograr su dosis de esperanza. Fue genial.

Ahora, tiempo después, recuerdo con AITOR MERINO el monólogo que escribí para él: "El Desobedecedor". De todos los personajes de "LA PARTE DEL SOL", él era el eje central. Fue el primer personaje que nació y el que, harto de todo, decidía bajarse en el metro de SOL y dejar de ser el ciudadano del que abusaban todos.

Hablo con Aitor y otros compañeros y a todos les parece profético el texto. Yo no creo que sea para tanto, pero sí creo en las causalidades. Así que es un buen momento para dejarlo aquí para quien quiera leerlo. Gracias Aitor.


Obra: LA PARTE DEL SOL de Secun de la Rosa.
Monólogo: EL DESOBEDECEDOR
Interpretado por: Aitor Merino

Yo siempre he sido una persona muy obediente. Y muy responsable. Siempre. Muy obediente, y muy responsable. Si ya en mi bautizo vi la cara de mi madre como diciendo: "ahora cuando el cura te moje, no llores". Y no lloré. Yo siempre así, muy responsable y muy obediente. Si ya en la guardería me ponía el primero en la fila de los niños. Y en cuanto la abrían, iba corriendo como una garcita al pupitre correspondiente a mi apellido. Yo siempre así, muy responsable y muy obediente.

Siempre me senté en la mesa con las manos limpias, siempre usé el cepillo de dientes, siempre el papel de baño para el culo, siempre mi toalla, siempre la misma toalla. Y en la escuela... En la escuela atendía, escuchaba, aprendía, memorizaba y aprobaba. Y jugaba la media hora de recreo en mi zona correspondiente. Nunca transgredí y jugué con niños de otros cursos. Sólo del mío. Siempre fui al mismo instituto y a la Universidad yo fui con el dinero ganado en mi trabajo. Siempre en el mismo trabajo. Y cuando mis padres me dijeron que me abriese el libretón para cuando me casase, me lo abrí. El libretón. Siempre así, muy obediente y muy responsable.

Yo siempre salí los viernes y los sábados. Siempre hasta la una. Siempre llamé a los amigos para quedar. Siempre fui puntual. Siempre y nunca, porque entendí y obedecí lo que me dijeron mis mayores, mis yayos: “siempre para estar y nunca para sobresalir”.

Yo es que fui obediente, sumiso y comprensivo. ¡Si yo no besé a mi novia hasta el año de novios! ¡Si no hicimos el amor hasta que ella quiso y como ella quiso! Ella arriba y yo abajo. En el motel “Avión”.

Me casé, visité a los abuelos, pagué a Hacienda, veraneamos veinte días, nos compramos un coche verde oscuro, tuvimos un hijo, lo lavé y lo cuidé. Al coche verde oscuro.

Yo nunca levanté la voz, nunca, nunca levanté la voz. Sólo cuando el camarero no nos hacía mucho caso y mis padres, y mis suegros, y mi mujer, y mi hijo, me decían: "levanta la voz, levanta la voz" (Levantando la voz) "Camarero".

Yo es que siempre fui uno con mi entorno y siempre pagué las comidas familiares de los domingos. Un par de cines al mes, un musical al año, varios domingos de excursión con las compañeras de mi mujer, varios domingos al futbol con mis compañeros de trabajo, semana santa con los primos, vacaciones con los amigos, nochebuena con los míos, fin de año con los tuyos.

Y mis hijos… Mis hijos como yo: a un colegio público. Pero de los que se sale un poco más tarde para que hagan flauta y natación. Bautizado, confirmado y casado. Pero no a misa, que eso ya sabemos que es demasiado. De izquierdas. Pero socialista. Con algún amigo de derechas, que hay muchos en el trabajo.

Y de repente un día, sin darte cuenta, tu hijo ya va al colegio. El pequeño, tu hijo, ya va al colegio. Y tú quieres que sea como tú. Que obedezca, que sea como tú. Pero el crío ha suspendido cuatro, y te pide que no le castigues. Y tú obedeces y no le castigas. Y tu mujer lo ve y se enfada. Se enfada y castiga al niño. Y tu madre lo ve y se enfada con tu mujer. Y tu madre y tu mujer te miran y se enfadan, y tu padre mira para el otro lado. Y el crío está jugando en la calle porque nadie le ha castigado y cuando quiere dinero se lo pide a tu mujer, porque es ella la que administra. Y tu quieres obedecer, quieres obedecer, pero ahora hay dos leyes. La de tu madre y la de tu mujer.

Y te vas al trabajo. Y en el trabajo te dicen que ahora buscan gente con más capacidad de liderazgo. Y te echan. Y tus amigos de izquierdas ahora tienen casas grandes. Y las quieren conservar. Y tienen miedo de que les roben. Y para que no les roben quieren mas policías y para que haya más policías se hacen de derechas. Y tu mujer se va con uno que tiene casas grandes. Y el crío te coge el coche una noche de borrachera. Y lo estrella. Y tu no sabes que hacer, no puedes castigarle, no puedes hacerte entender, no sabes que hacer.

Y ya no tienes coche verde oscuro, ni amigos de izquierdas, ni mujer, ni trabajo, ni puedes llamar a los demás matrimonios. Y te tienes que buscar la vida... en metro.

Y te metes en el metro para una entrevista de trabajo, de comercial, en la Plaza de Castilla. Te metes en el metro y ves a unos inmigrantes que se cuelan sin pagar. Y te entran muchas ganas de gritar y de decirle al guardia de seguridad: "eh, que se están colando unos inmigrantes sin pagar, hostia puta". Pero respiras profundo y te callas. Porque por un momento te das cuenta que no gritarías por los inmigrantes que se cuelan sin pagar, sino por todas las veces que te la han colado y has tenido que pagar.

Y te metes en el metro para esa entrevista de comercial en la Plaza de Castilla. En el vagón de plástico. Y te sientas. Y te ríes. Porque siempre te ríes. Y decides bajarte en Sol. Voy a empezar a desobedecer.

jueves, 5 de mayo de 2011

BUEN COMPAÑERO.

Aunque ha resultado que la vida ofrece más claros que oscuros y que en el esfuerzo cotidiano por mejorar he ido encontrado mucho amor, también es cierto que quien tuvo, retuvo y que a veces, como un resorte, vuelven antiguos temores.

En mi caso es una especie de sensación de culpa cristiana rarísima. Cómo si yo tuviera la culpa de algo.

Y ya sé de dónde viene. De ese niño que se sentía culpable por sus peculiaridades. Me gustaba dibujar, no bajar al recreo, me gustaba quedarme en casa de mi abuela escuchándola, quedarme embobado en las puertas de los cines y me gustaba inventar películas que dibujaba en folios doblados.

Volvía del colegio del barrio, con mi hermanillo pequeño de la mano, pasando por los mil descampados de aquella Barcelona proletaria, con miedo... (era la época de los navajeros) y llegaba a casa (si encontraba las llaves, que los padres trabajaban) soñando con escapar un día de aquellos “Nou Barris” del extrarradio y conocer el otro mundo. El mundo que se veía en televisión. Niños en la tele que se lo pasaban bien. Nadie les agredía aunque hicieran tonterías.

Un yu-yu mío fue que una vez, tras ver una peli sobre un perro asesino, "Cujo" se llamaba, escribí una redacción chulísima. Yo estaba entusiasmado con la peli y quería contarlo como fuera. Pero en el colegio, un niño de clase se empeñó en que esa redacción no podía haberla escrito yo. Me sentí culpable por hacer algo diferente. Creo que los demás compañeritos y hasta la profesora debieron creerle a él. Me sentí estúpido por escribir sobre King, Cujo y la diva de la serie B, Dee Wallace. Yo era un niño y debía escribir sobre la quinta del buitre.

El caso es que crecí con ese punto de culpa cristiana. Y aunque con el tiempo me he reconciliado con aquellos momentos y agradeceré siempre esa época tan especial donde también hubo mucha alegría y mucho juego, y gracias a la cual ahora me gusta lo mismo un partido de fútbol , un Fellini y un Piraña3d... la culpita, qué se le va a hacer, en algún lugar de mi memoria emocional se quedó.

Así que años después el compañero de colegio que te maltrataba porque no te entendía reapareció convertido en compañero de trabajo. A saber: el otro día andaba yo viendo en la tele una de las primeras pelis en la que trabajé. Le contaba a mi pareja lo divertido de aquel rodaje. Al terminar la película, los actores la comentan en una especie de charla televisada. ¡Qué alegría! ¡Aquello que vivimos se comenta e interesa! Escucho con atención.

De repente el actor invitado a comentar la peli habla de que a él le empujaron y le dieron codazos por salir en plano. ¡Qué cosa tan fea entre actores!, pienso. Nadie le replica. Se escucha al siniestro enjuiciador. Pero al sentarme en el sofá y ver sobre sus palabras imágenes nuestras (de los compañeros y mías) me siento culpable. Culpable por si habla de mí. Por si alguien piensa que fue algún amigo querido el que empujó o fui yo.

Éramos actores primerizos, jóvenes y amigos, pero para mí el compañerismo es lo primero. En ese momento creo que soy el peor, que quizás… que igual pude ser yo ... que yo no fui pero pueden pensar que fui yo... Que la seño y los compis le pueden creer... Mi cabeza empieza a girar buscando la manera de hacerme culpable. Responsable. Como sea. El malo, seguro, pareceré yo. No tengo herramientas, soy débil, raro y diferente. Me culparán a mi.

Pero afortunadamente ahora la vida es otra, soy adulto, mi pareja, mis amigos , mi hermano, mis compañeros, me quieren como soy... ¡He de confiar! Y reviso las imágenes, busco el programa. Me quedo atónito… Minuto 12, más o menos. Miro con atención y no lo puedo creer. Lloro de emoción. ¡El que empuja es él! Veo que me empuja a mí, que empuja a otro, se coloca delante. Otro le hace algo. Miro imágenes de los ensayos y lo mismo. Veo a ese actor que empuja él, que es él el que da codazos. De nuevo la imagen, la verdad, me ha salvado.

Era él el que hacía mezquindades y las ponía en los demás. Un maltratador. Me da igual que sus aduladores, o quienes le escuchan, le crean. Lo he visto. Y creo en mí. Es muy emocionante para mí, es algo pequeño, pero que a mí me devuelve mi inocencia, a lo que soy.

Ni quiero ser el mejor ni el que más tiene, y sobre todo no quiero perderme el respeto ni mi dignidad. Es muy importante para mí ser buen compañero, amigo, novio, hermano e hijo. Eso no quiero que me lo robe ningún navajero, ningún maltratador.

Y entonces recuerdo al de los codazos, diciendo que él es el mejor, le recuerdo malmetiendo con productores para que no elijan a compañeros, le recuerdo metiendo cizaña en ensayos, hablando de cuánto gana y trabaja incluso hinchándose como un pavo delante de quienes arañan un trabajillo y no tienen nada. Le recuerdo insultando, con la boca sucia, le recuerdo el día que me dijo que yo nunca sería nada, le recuerdo hablando mal de todos, inventándose relaciones, alardeando... Compitiendo insanamente por amigos, trabajos, calumniando...

Mi mente se clarifica, disculpo mis errores y hasta los suyos. Recuerdo esa época, jovencísimo, idolatrando a los compañeros, y mi pensamiento se detiene en una imagen. Yo. En aquella época. Seguía trabajando de camarero, en el teatro alternativo, luchando. Mis seres queridos estaban lejos, a los próximos no sabía dejarles que me cuidaran por el dolor de una pérdida. Y ese compañero y algún otro a sabiendas del dolor, evidenciaban mis dificultades. Y pienso: ufff, todo para ti. A mí ya no me maltratas. Hace ya un tiempo se fue contigo el ultimo susto por la falsa culpa. La ultima castaña. A mí ya no me haces daño. Te he visto. Y me gusta este camino mío…

jueves, 24 de febrero de 2011

Pequeño apunte desde el rodaje de "LOBOS DE ARGA"

El rodaje de "LOBOS DE ARGA" en Santiago de Compostela me tiene en un estado de irrealidad constante. Rodamos desde la tarde hasta las seis/siete de la madrugada. Duermo de día (aunque hay que comer, estudiar…) y vivo de noche.

Y nos vamos todo el equipo a los montes de la Galicia profunda, fría y frondosa. Allí, rodeado de especialistas vestidos de lobo y metido en situación junto a mis compañeros es todo, como digo, medio irreal. Galicia me parece mística.

Este frío en la noche, esta niebla, estos pueblos con sus propios mini cementerios, estas leyendas y sobretodo este Camino de Santiago donde nada más llegar (al Hotel Peregrino) nos fuimos a la Catedral a darle un abrazo al Santo Apóstol. Todo es místico.

Las horas que tengo libres son para comer, pasear por Santiago mientras repaso el texto y el tiempo de espera entre secuencias.

Creo que con este trabajo estoy cerrando una etapa profesional y personal. Y estoy muy feliz por ello. Disfrutar estos lobos (¡esto de matar lobos cada noche es muy catártico!) sabiendo que tengo ganas infinitas de abrir nuevas y creativas puertas.


Los tres amigos, sentados frente al... combo.


Gorka Otxoa y Carlos Areces, mis compañeros de viaje en "LOBOS DE ARGA".

El gorro de lana que acompaña a mi personaje en "LOBOS DE ARGA".

martes, 4 de enero de 2011

NO CONTROLES!!



Hoy estoy que no doy crédito. Cada vez más prohibiciones. Yo no fumo, opto por un poquito más de salud, (que tampoco sé yo) pero que no haya ni un bar o una discoteca donde la gente pueda tomarse una copa con un cigarrito y bailar o charlar o hacer el gamba mientras da unas caladas, me parece extrañísimo.
Me da miedo, la verdad. De cada diez bares podría haber uno para fumadores. No sé. No creo que lo lógico sea pasar del blanco al negro. El opuesto en psicoanálisis es lo mismo. Es decir, ¿uno se hace conservardor por un padre rebelde? No lo entiendo.
Creo que hay espacio para todos. Ahora la gente hará como con el botellón y lo llamarán, por ejemplo, un cenicero callejero. Grupos de gente fumando en la calle porque no hay otra opción. Y encima también puedes denunciar al bar en que se fume. O al que fuma. No, no lo entiendo. Yo, por mí, como si hay bares donde la gente fuma y fuma porros y lo que les dé la gana, mientras haya otros donde no y se puede opcionar, genial. Prohibir me repele.
Porque además, después vendrá el no fumar en la puerta de los garitos, después en todo un edificio por si vecinos fuman, después... ¿qué será lo siguiente? ¡A ver si acabamos como en "Farenheit 451"! Todos locos, políticamente correctos, aburridos, adocenados. Falsamente sanos sin fumar pero haciendo ejercicios vacíos y comiendo manzanas transgénicas. Quedando bien unos con otros pero con conversaciones estúpidas y falsamente amables, con dientes llenos de fundas extrablancas.
Dicen que dentro de pocos años se sabrá con un simple pinchacito en el dedo, al sacar apenas algo de sangre, quién enfermará y de qué. Será bueno para evitar muertes y agarrar enfermedades a tiempo. Pero mucho me temo que será , según va el mundo, otro control más. Vamos hacia una cosa horrorosa. Pero en fin.
Acaba de empezar un nuevo año y hay que pensar en la parte esperanzadora de la vida. Yo estoy feliz por el resultado de la peli de Borja Cobeaga. Que curiosamente se llama NO CONTROLES. No digo lo de curioso por lo de los controladores aéreos, que me parece un capricho absurdo de quienes mucho tienen , sino curioso porque en estos tiempos de tanto control, se llame así el largo. La noche del estreno en Madrid fue maravillosa. Tuvo magia. Gracias mil al equipo y a todos los que me quieren y estuvieron conmigo. Ya seguiré contando, hoy no me puedo controlar y como dice la última película de Ozpetek, la vida no está en las habitaciones.
Así que me voy a la calle, que aunque no fumo, soy capaz de volver a encender un cigarro, solo por la rabia que me da tanto control. Pero volvería al blanco. ¡Ay! Yo que vivo al lado de LA RIBIERA... ¿dónde se ha visto un concierto de rock sin un puto cigarro?