
Grandes momentos, grandes compañeros. LA MULA.
La última toma de la terminada -pero no terminada- película LA MULA, la realizó IGNACIO MATEOS-VIVANCOS, un joven actor que ha estado desde su primer hasta su último día de rodaje haciendo de mulero.
Ignacio, Nacho, PETERWINONA para los amigos (Peter porque la ropa de acemilero de la guerra le quedaba, al ser su aspecto pequeñito y frágil, como si fuera una especie de duende o Peter Pan. Winona por sus ojos, igual que los de la Ryder) tuvo el último plano de la película, totalmente agotado junto a la pequeña TAVI, tirando de las bestias.
Su papel era pequeñito pero, por estas cosas del cine, el prota, un mulero, siempre tenía de fondo a otros cuatro o cinco compañeros y él tenía que estar ahí. Su papel era pequeñito pero su corazón enorme, al igual que el resto de los actores que han hecho esta peli.


Y así han sido esas siete semanas. Desde el actor que venía un día, hasta el que estaba toda la película, todos dándolo todo. Preguntando, indagando, ensayando en las esquinas del hotel, repasando textos a las seis de la mañana, mirando de reojo al compañero para buscar su ok. Ha sido el regalo de esta profesión. Desde los chavales del pueblo que han hecho de conductores, hasta el gran anfitrión MARIO CASAS, en las Adelfas, con una alegría siempre para todos, como cuando nos enseñaba, de extranjis, algún momento brillante de la peli. ¡Qué grande Mario! Lo que ha vivido Mario, lo que hemos vivido…

El Chato (yo) y él se quedan solos, en un país devastado, desolado, destruido. En la ignorancia, sin saber leer ni escribir, sin que nadie les explique, sin entender el por qué de esa guerra que les pilló mientras trabajaban el campo para el señorito. Y aún así Castro y el Chato siguen adelante. Solos, con el apoyo de quienes también creen en la libertad y en el hombre.
Los actores terminamos la película dando lo mejor de nosotros mismos, sin saber por qué los productores no se ponen de acuerdo entre ellos, como en la guerra. La terminamos sin Michael y deseamos que pueda volver y terminar esas cuatro secuencias, pero teníamos que respetar al resto de productoras y equipo y acabarlas. Como los muleros, en medio, apretados, devastados por una guerra sin sentido.
¿Cómo es posible hablar de los que vivieron la guerra, de los que murieron, de las víctimas, de los que siguieron adelante en un país sin libertad, de la búsqueda de esa misma libertad aunque fuera en los ojos de tu amigo -en mi caso en los ojos de Mario cada vez que las fuerzas me fallaban-, cómo es posible hablar de todo eso sin buscar tu parte más generosa, humilde y digna y hacerlo desde el amor y la conciliación?
Estoy seguro que todos amaban el proyecto, por eso es más doloroso no entender sus desacuerdos. No lo entiendo.